Bienaventurado el educador que cree y ama su tiempo, su historia y su siglo, porque sembrará esperanza y optimismo.Bienaventurado el educador que siente la Argentina como país viable, tierra privilegiada, porque despertará ilusión y ganas de vivir y trabajar por ella.
Bienaventurado el educador que descubre su tarea como misión, como vocación, porque sublimará los sinsabores de los magros sueldos y la incomprensión de la gente.
Bienaventurado el educador, la educadora, que infunde amor a la tecnología educativa, fuerza del hoy, pero no olvida la ética, el culto de la verdad, el cultivo de la fe, las fuerzas de siempre, porque serán maestros de verdad.
Bienaventurados los educadores que poseen un corazón sin fronteras, abierto al pluralismo étnico, religioso, social, político e intelectual; un corazón en el que quepan todos los niños y los jóvenes todos, porque serán cultores de la unidad.
Bienaventurados los educadores que saben mirar al futuro, que creen en el cambio, que saborean lo nuevo, porque prolongarán su juventud.
Bienaventurados los educadores que con humildad se acercan a los chicos, para compartir con ellos la soledad, la inseguridad, la tristeza porque serán padres de muchas sonrisas.
Bienaventurado el educador, la educadora, para que, como el Jesús de Emaús, hace camino junto a los chicos, porque habrá abierto y ganado su corazón.
Bienaventurados los educadores que, solidarios, se arremangan para "lavar pies", enjugar lágrimas y perdonar desaires, porque revelarán el rostro de Dios Padre.
Bienaventurado el educador que, como la Virgen, sabe guardar las alegrías y las penas de la educación en el corazón, porque será gloria, alegría y corona.
Bienaventurado el educador, la educadora que, al estilo de los grandes pedagogos, no esperan que los tiempos sean buenos, sino hacen de los malos momentos, tiempos óptimos, porque serán constructores de la mejor educación.
(del Hermano Eugenio Magdaleno)